"Cuando no está", por Pilar Cardozo
Era un día como cualquier otro cuando Serpiente entró a la casa para ver qué era lo que todos estaban haciendo. Al acercarse se dio cuenta de que estaban escribiendo un carta, lo cual le llamó la atención pero rápidamente se distrajo con un pájaro que vio pasar muy cerca de la ventana. Después de perseguirlo durante un buen rato se dio cuenta de que Constantino no estaba, revisó la mesa donde estaban las cartas y tampoco las vio, y supuso que Constantino se las había llevado, fue entonces cuando escuchó una conversación entre Olga y el Jeak, quien era un amigo de Vanka.
- Tranquilo que Vanka vendrá muy pronto, Constantino lo fue a buscar y le entregará tu carta también -dijo Olga.
Fue entonces cuando Serpiente se dio cuenta de que podría hacer cualquier travesura, ya que Constantino no estaría por al menos tres días. Decidió que la mejor manera de empezar su limitada libertad sería por un buen bufet, pensó seriamente en ir a la casa del viejo Artemis quien era el dueño de unos extensos terrenos en los cuales no habían solo gallinas sino también ovejas pero se retractó cuando recordó la enorme bolsa de comida que había en el almacén de la casa. Entonces se dispuso a salir de la casa y pararse en la puerta del almacén, estuvo un buen rato pensando en cómo entrar, fue más difícil de lo que le tomaría a cualquier otro, ya que se distraía fácilmente con prácticamente todo, entonces escuchó que Olga se acercaba hacia él, y se le ocurrió un brillante plan: en cuanto viera que Olga sacara la tranca de la puerta, se metería a escondidas y mientras ella hiciera lo que tuviera que hacer él ya habría salido sin que se diera cuenta. Así lo hizo, Olga entró al viejo almacén y él no dudó en entrar, una vez dentro se percató de que no había solo una bolsa de comida sino dos pero la segunda era un poco más chica, e intentó agarrar la grande. Sin embargo se dio cuenta que sería más difícil tanto para sacarla como para esconderla, así que se dispuso a arrastrar la pequeña bolsa, aunque tampoco era muy pequeña que digamos.
Si bien a él le parecía que habían pasado al menos unos siete minutos, solo habían pasado unos segundos. Logró salir mientras Olga seguía buscando, y una vez fuera del almacén arrastró la bolsa hasta un lugar secreto que visitaba recurrentemente, donde solía encontrarse con Raquel, una perrita Siberian Husky, quien era su mejor amiga después de Canelo. Luego de esconder bien su tesoro, se dirigió a la casa. Cuando entró lo primero que vio fue a Olga sentada en la sala quien al verlo se sorprendió ya que pensaba que estaba aún en la casa.
Al día siguiente, Serpiente se dispuso a ir por su tesoro más conocido como comida y al llegar a su lugar secreto se encontró con Raquel comiéndoselo. Aunque no le molestó ya que tenía planeado compartirlo con ella y con Canelo pero este último, como no fue, se perdió de disfrutar la travesura. Pasaron un rato ladrándole a la gente que pasaba y otro distrayendo a las personas mientras uno de los dos les robaba la comida que tuvieran. Se les ocurrió ir a la casa del viejo Artemis a jugar al juego mas divertido para ellos: la cacería.
Entraron por un portón roto que estaba lo bastante lejos de la casa para que no se diera cuenta, estiraron y después de divertirse un rato correteando a las gallinas les dio hambre, así que cuando estaban por agarrar uno o dos pollos e irse, el viejo Artemis apareció y con una escoba empezó a corretearlos, lo cual divertía más a Serpiente. Con una gallina en la boca salieron del terreno hasta percatarse de que ya no los perseguían. Fueron directo a su lugar especial, después de un rato se despidieron y cada uno empezó el camino de regreso a casa. Al llegar a la puerta se dieron cuenta de que Constantino estaba sentado frente a la estufa con Vanka al lado y Olga estaba saliendo de la cocina con una bandeja de leche y galletas. Se alegró mucho de ver a Vanka y no dudó en ir a saludarlo.
-Hola, Serpiente -dijo Vanka emocionado. Y la verdad es que Serpiente, por más travieso que fuera le tenía un gran cariño.
Así estuvieron toda la tarde, junto a la estufa comiendo galletas y leche caliente entre el fuego y la risa.
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