"Un día en mi vida con Vanka", por Manuel Becerra

 

Un jueves, yo, Alojín me levanté a eso de las 08:00 simplemente para enseñarle un poco más a Vanka sobre este maravilloso oficio. Obviamente el chico, quien llevaba solo tres meses en mi zapatería, seguía durmiendo, aunque después de unos minutos se despertó y nos pusimos a trabajar. Luego de dos largas horas de trabajo le pude enseñar lo principal de la zapatería. Él me miró con gotas de sudor en la frente y me preguntó:

-¿Este es todo el trabajo?

Yo, asombrado por la pregunta que me había hecho le conté todo lo que tuve que pasar para ser un buen zapatero. Seguimos trabajando hasta que a las 14:00 mi señora nos llamó diciendo que estaba la comida y el chico rápidamente se sentó a la mesa.

Vanka le contó a mi señora muchas cosas que estuvimos haciendo esa mañana y ella muy asombrada le sonrió y le pidió que le contara más sobre lo aprendido en la zapatería y él muy emocionado le dijo todo lo que sabía.

Después de comer volvimos a trabajar hasta las 17:30 porque en ese momento yo tenía que entregar unos zapatos, él aprovechó y se echó una siesta, aunque obviamente en el momento que me di cuenta que se durmió lo desperté para enseñarle lo último que tenía que saber sobre el oficio: cómo entregar unos zapatos. Le expliqué que tenía que entregarlos él a domicilio. Demoró aproximadamente treinta minutos, pero lo bueno es que lo logró así que yo lo felicité y obviamente le dije que luego de cenar se podría ir a dormir.

El niño puso la mesa y comiendo muy rápido le contó a mi señora cómo se sintió al entregar los zapatos. Luego de comer se fue a la cama ya que estaba muy cansado porque la noche anterior se quedó enviándole una carta a un familiar que él tenía. Yo le dije a mi señora que, si bien el chico intentaba hacer lo que podía, él debería trabajar mucho mejor y que aparte tenía potencial para ser, en un futuro, de los mejores zapateros de Moscú. Muy contentos del trabajo que estábamos haciendo con el chico, mi señora y yo nos fuimos a dormir alegres.

En la noche me costó descansar ya que estaba pensando en una sorpresa para el chico por todo el esfuerzo que le estaba metiendo. Rápidamente me acordé de que en esa noche había visto que el chico le estaba escribiendo una carta a un familiar así que puse en marcha mi plan, pero antes se lo comenté a mi esposa quien muy alegre me dijo que era una excelente idea. El plan consistía en que, una noche, yo me infiltraría en el cuarto de Vanka y así podría descubrir la dirección de ese familiar.

La noche en que concreté el plan me llevé una gran sorpresa ya que en ninguna parte de la carta aparecía la dirección del familiar. Obviamente no me iba a quedar con los brazos cruzados, decidí preguntar en el pueblo a ver si alguien sabía dónde se encontraba esa persona. Luego de mucha búsqueda logré encontrarla, al parecer era su abuelo. Me fue muy difícil contactarme con él, pero al final lo logré y le dije que Vanka tenía muchas ganas de visitarlo. El abuelo del muchacho muy enojado me dijo que yo no merecía ser llamado zapatero, así que yo molesto decidí irme para no tener una pelea.

Obviamente estaba muy triste ya que tenía una gran ilusión de que Vanka pudiera encontrarse con su abuelo; no tengo idea de por qué Vanka le había escrito a ese viejo cascarrabias, pero bueno, a veces las cosas no pasan como uno quiere. Al llegar a casa me encontré con que Vanka había entregado diez paquetes en tan solo una hora, algo que nunca había pasado en mi zapatería. Le quise preparar otra sorpresa, pensé en hacerle su propio cuarto ya que él dormía en el piso. Eso me iba a costar mucho, pero con toda la plata que estaba ingresando a la zapatería, pude conseguir que le construyeran su propio cuarto y así poder dejarlo feliz. Al final, todos nos quedamos contentos menos el viejo cascarrabias.

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