"La carta de Vanka", por Sophia Monnerjahn

 

Desde hace semanas mi dueño está raro, ya no va al bar, no bromea más, solo se sienta en el sillón y repite: “¿cómo estará Vanka?”, “¿Habré hecho lo correcto al mandarlo con ese zapatero?”. A mí nunca me agradó ese niño, pero mi dueño lo ama, igualmente a mí me parece que hizo bien en mandarlo a trabajar.

Esta mañana estaba aburrido y decidí romper las bolsas de basura de nuestros vecinos, cuando algo me sorprendió un montón: era una carta, una carta de Vanka. En ella le pedía al amo que lo vaya a buscar para volver a vivir juntos, qué estupidez. El viejito lo extraña, si llegara a ver esa carta lo iría a buscar inmediatamente. Cuando estaba por la mitad de la carta vino una fuerte corriente de viento que hizo que esta se volara, la intenté perseguir, pero ya cuando estaba a punto de alcanzarla, uno de los vecinos del pueblo la agarró. No podía permitir que Constantino leyera esa carta, porque si fuera así Vanka volvería muy pronto, tenia que hacer algo, porque en este pueblo todos se conocen. Ese vecino seguramente sabía que el único que mandó a su nieto llamado Vanka a trabajar con un zapatero era Constantino.

Luego de pensar un largo rato se me ocurrió una brillante idea: esa era la casa del panadero, así que el plan sería robarle las llaves mientras él estaba allí para que, cuando se vaya a trabajar, yo pudiera entrar y robar esa carta que, espero, aún no haya leído. Entonces enseguida me dirigí hacia su casa. El plan era entrar por la puerta trasera, pero cuando crucé su patio había un perro mucho mas grande que yo ladrándome; comencé a correr y el trató de perseguirme por un largo rato, pero paro cuando entré a mi casa mi dueño le gritó y le lanzó un periódico por la cabeza. Definitivamente el plan tenía fallas, ¿cómo podía hacer para entrar ahí antes de que anochezca sin que ese perro me mate? Mientras pensaba en eso Canelo pasó por delante, entonces se me ocurrió la respuesta a mi pregunta. Lo que iba a hacer era decirle a Canelo que el viejito necesitaba que vaya a buscar a la casa del panadero, de esta forma el perro lo perseguiría a él y yo podría buscar la carta. Cuando Canelo estaba entrando yo me preparaba para hacer todo lo más rápido posible, entonces vi cómo Canelo corría a toda velocidad huyendo del perro; aproveché y entré en la casa, pero no vi la carta, también me llamó mucho la atención que el panadero no estaba allí.

Cuando volvía a casa frustrado vi que el viejito estaba hablando con el panadero, le agradecía por algo y le pedía que nos diera de comer a Canelo y a mí durante su ausencia. Esto era una pesadilla: ¡Él iba a buscar a Vanka!

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