"Olga Ignatievna", por Juan Pedro Panasco
Aún recuerdo esa tarde de jueves donde salí de casa y me puse a caminar por una de las calles empedradas del pueblo. Estaba contemplando una de las vidrieras de la tienda de ropa ya que quería comprarme algo abrigado para enfrentar la fuerte tormenta de nieve. Mientras miraba, escuché unos ruidos de fondo, pero decidí no darles importancia dado a que podía ser producto del gran ruido del viento. Cuando entré al negocio vi muchas prendas, de baja, media y alta calidad. Me dirigí hacia la sección de botas y encontré unas que aparentaban ser abrigadas. Miré la etiqueta para ver la información de las mismas y decía: ‘’Botas de la zapatería Alojín, buen precio, buena calidad. Hechas de cuero de vaca, lana de oveja y nuestra magia’’. En ese momento recuerdo no prestarle atención, pero cuando llegó el momento de pagar, la cajera me dijo:
- Elegiste las del zapatero Alojín, son muy buenas -menciono- Vienen de un lejano pueblo, se llama ‘’Pueblo Слава’’.
En ese momento recuerdo que empalidecí, ya que volvió a mi memoria la imagen del querido Vanka. La cajera preguntó:
- Señora ¿está bien?
Le respondí que sí porque en ese instante había decidido procesarlo bien en casa. Una vez en mi hogar, relajada en el sillón de piel, comenzaron a florecer agradables imágenes de los momentos con Vanka y su abuelo Constantino. Qué hermosas esas navidades donde solíamos ir a la siempre sorprendente tundra, para cortar un árbol y después embellecerlo con pequeños pero elegantes adornos. Mientras reposaba tranquila rodeada de buenas vibras escuché unos golpes en la puerta. Fui a ver quién era. Para mi gran sorpresa era el abuelo de Vanka. Le abrí la puerta y lo noté extremadamente entusiasmado, le pregunté qué pasaba y me respondió que había recibido una carta del niño. Rápidamente me puse muy feliz, pero eso no duraría mucho. Mientras leía la carta me iba enterando de lo mal que la estaba pasando en esa zapatería llamada: ‘’La zapatería de Alojín ‘’. Le dije a Constantino que ese nombre me sonaba muy familiar, pensé y pensé, pero aún no lo recordaba hasta que un chispazo me llegó a la cabeza. Esas botas que me había comprado eran de esa tienda, rápido se lo informé y tomamos la decisión de ir hasta el negocio, no podíamos permitir otro día sin Vanka. Después de una larga charla decidimos que yo iría acompañada de Serpiente, uno de los perros de Constantino, que era muy bravo, a buscar al niño.
Al otro día de madrugada emprendí mi viaje hacia el pueblo Слава. Para ir a la zapatería tomamos la diligencia de las 8. El viaje fue agradable pese a mis nervios, Serpiente, aunque fuera problemático se portó correctamente. Tras unas cuatro horas llegamos a nuestro destino. La zapatería quedaba en plaza central así que solo teníamos que ir hacia el norte para llegar a ella. Una vez ahí decidimos entrar, era muy bonita contaba con sala de espera, varios asientos para probarse cómodamente las botas y un mostrador; ahí estaba Alojín. Cuando le fui a presentar el supuesto reclamo de mis botas me enteré que no las tenía conmigo. Los nervios se empezaron a apoderar de mí, Serpiente se había dado cuenta de la situación, entonces decidió meterse al taller de la tienda, Alojín rápidamente salió a buscar al perro. Viendo que se había ido me metí a buscar a Vanka. Tuve mucha suerte ya que en la primera habitación estaba el niño. Los dos no lo podíamos creer, pero no era tiempo de quedarse hablando. Enseguida salimos de la tienda, llevé a Vanka a una cafetería cercana, ya que tenía que volver por el perro. Cuando volví, Alojín estaba muy enfadado, me echó de la tienda, pero a mí me importo poco ya que había logrado irme con él niño. Volví a buscarlo con Serpiente a la cafetería y una vez con nosotros, volvimos al pueblo.
Llegamos a casa, Constantino no podía creer lo que estaba viendo, su querido nieto estaba nuevamente con él. Esa noche hicimos un festejo por el regreso de Vanka. Después de ese día todo fue más feliz y hasta el día de hoy estamos muy contentos.
Comentarios
Publicar un comentario