"El zapatero Alojín", por Elena Terra
-Hace tres meses trabaja acá y todavía no sabe hacer un zapato – dijo Alojín, al ver un zapato mal hecho de Vanka-. Vanka, Vanka … ¿Dónde está ese chico?
-Acá estoy señor -dijo Vanka.
-Hoy a la noche vamos a ir a la iglesia y te vas a quedar en la casa.
-Está bien señor- respondió Vanka.
– Anda a dormir temprano -ordenó Alojín.
El día se fue estirando hasta que llegó el atardecer.
-Mantiene el fuego prendido -dijo Alojín a Vanka.
Vanka hizo todo lo que Alojín le ordenó y posteriormente empezó a escribir una carta…
A unas cuadras de allí, en la iglesia, Alojín pensó que ya era hora de regresar.
-Hoy hace más frío de lo normal, creo que ya tendríamos que volver a la casa- dijo Alojín.
-No creo que cambie mucho, siempre es igual- dijo uno de los Amos.
Mientras tanto, el pastor de la iglesia relataba unas historias de la Biblia, algunos de los niños murmuraban por detrás. Al terminar la ceremonia todos se saludaron y fueron a sus casas a disfrutar del calor del fuego en ese día tan frío.
Al llegar a la casa vio unas hojas tiradas en el piso, al ver que Vanka había desordenado todo fue a buscarlo. Quería asegurarse de que ya estuviera dormido ya que a la mañana siguiente debía madrugar para trabajar. Cuando entró al lugar donde Vanka dormía se encontró con la sorpresa de que Vanka no estaba allí, rápidamente fue a la cocina para ver si estaba comiendo algo. No estaba tampoco, de repente empezó a ponerse furioso porque pensó que el niño había aprovechado el quedarse solo en la casa para huir del trabajo que tenía que hacer.
- No debe de estar muy lejos, es un niño- refunfuñó Alojín con toda su furia -¡¡¡¡Me va a conocer ese mocoso, cuando lo encuentre!!!! – reafirmó.
Alojín fue a avisarle al señor que uno de los niños se había escapado; el Señor y él fueron a buscar a Vanka muy enojados. Fueron a la policía para que también lo buscaran. Al entrar al edificio donde se encontraba la policía lo hallaron vacío, todos estaban pendientes de la Navidad. Ellos mismos decidieron buscar a vanka con uno de los perros rastreadores, tenían un gorro de Vanka para rastrearlo.
Pasaban los minutos y Vanka no aparecía, Alojín sabía muy bien que lo iba a encontrar, pero se le hacía difícil al perro de rastreo porque el gorro era muy viejo y antes de que el gorro fuera de Vanka pertenecía a un niño que había estado unos meses antes. Cuando estaban a punto de rendirse escucharon un ruido de un motor desgastado y congelado por el frio de la navidad; Alojín y el señor fueron a revisar quién era por si se trataba de Vanka. De la camioneta salió un hombre mayor, canoso, grande, con dos perros a su lado, uno de los cuales miraba con ojos tiernos. Alojín le preguntó si había visto a un niño de unos nueve años por esas calles, el señor mayor dijo que no vio a ningún niño por ahí. Cuando Alojín estaba por irse de la cuadra se escuchó un “¡ACHUUUH!” que provenía del auto del señor mayor; rápidamente reconoció ese estornudo y de inmediato corrió hacia allí, pero el señor mayor prendió el auto e hizo una derrapada en la esquina que dificultó a Alojín que los estaba persiguiendo. El estornudo era de Vanka, el niño que había desaparecido esa misma noche. Mientras iba persiguiendo el auto de ese señor extraño, Alojín pensaba: “¿por qué estaba con Vanka?”, el zapatero no podía correr más detrás del auto, estaba frío y él estaba desabrigado. Cuando se frenó, el extraño señor y Vanka se alegraron pensando que habían zafado de Alojín. Pero al mirar hacia adelante vieron un auto bloqueando la salida de la calle: era el jefe de Alojín y en la otra salida de la calle estaba el propio zapatero con los perros. Los habían acorralado y el extraño señor se bajó del auto y se acercó al jefe de Alojín y le empezó a explicar quién era y por qué se llevó a Vanka. El jefe lo dejó partir. Alojín sin entender qué estaba pasando fue rápidamente al lado de su jefe para preguntarle por qué lo había dejado ir a Vanka y este le respondió:
– Es su abuelo, estaba intentando tener todos los papeles para ser su tutor y hace una semana pudo conseguir el último papel que le faltaba –respondió el jefe de Alojín.
- Pero ¿puede llevárselo así nomás a Vanka? - preguntó Alojín. El jefe no le respondió, pero se le aguaron los ojos al ver a Vanka con su familia otra vez.
Alojín nunca más tocó el tema del joven Vanka pero siempre quedó con la duda de si el abuelo podía hacer eso, tampoco sabía cómo el abuelo convenció a su jefe de dejar ir a Vanka. Pero nunca más tocó el tema del niño Vanka Chukov.
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