"El regreso de Vanka", por Juan Francisco Barrera

 

Hola, mi nombre es Olga Ignatievna. Trabajaba en la casa de los señores Chukov, ellos tenían un niño llamado Vanka, yo le enseñaba a bailar, a leer, a contar y nos divertíamos mucho. Pero llegó el día menos esperado: el fallecimiento de los padres del niño. Los señores murieron por causa de un accidente, y el pobre Vanka se puso a llorar. Al otro día se lo llevaron a lo del zapatero Alojín, yo no quería pero bueno, no pude hacer nada.

Al pasar los días me tuve que ir de la ciudad a buscar otro trabajo. Yo sabía que Vanka no lo iba a pasar bien en lo del zapatero, tenía noticias de que allí hacían trabajar mucho a los niños. Pero yo no lo iba a dejar así, entonces me puse a investigar para encontrar al único familiar de Vanka: el abuelo. Entonces, después de mucho esfuerzo, pude encontrar el número, lo llamé, pero me daba ocupado, volví a llamar varias veces, pero no me atendía. Al día siguiente lo volví a llamar y me contestó, empezamos a charlar y le dije lo que ocurría. Él se sorprendió porque no se había enterado de lo sucedido, se puso muy triste y aceptó que al día siguiente nos encontráramos en el parque.

Cuando nos vimos empezamos a elaborar un plan para traer de regreso a Vanka. Fuimos hasta lo del zapatero Alojín, le pedimos que lo entregara pero se negó. Vanka se acordó de mí, nos abrazamos y me puse a llorar de la felicidad, el abuelo también se puso muy feliz, pero como el zapatero no nos dejó llevárnoslo nos tuvimos que ir.

Cuando llegamos ya era tarde entonces nos fuimos a dormir. A la mañana siguiente fui con el abuelo a intentar conseguir los papeles de adopción, le pidieron la cédula para comprobar que era realmente el abuelo de Vanka, se dieron cuenta de que era cierto y le aseguraron que en la noche de Navidad lo iba a poder adoptar. El abuelo, alegre, me dijo que me iba a dar trabajo para poder cuidar de Vanka cuando él no esté y que me iba a dejar una pieza de la casa para dormir.

Pasaron los días, se acercaban las Fiestas, hasta que llegó el día más esperado: el día que tendríamos a Vanka con nosotros. Yo estaba muy contenta y el abuelo también, nos vestimos bien formales para recibirlo. Fuimos a lo del zapatero y ahí nos encontramos con el niño, él estaba muy feliz de vernos, ya tenía todo su equipaje pronto. Cargamos sus cosas y nos fuimos a festejar su regreso.

Como era Navidad le compramos bastantes regalos para que se sienta feliz. Al llegar la noche empezamos a abrirlos, Vanka saltaba de felicidad. Después cenamos pavo al horno y luego, como era muy tarde, nos fuimos a dormir.

Por suerte pudimos volver con Vanka a la casa, ahora no va a pasar hambre ni frío y tendrá una mejor educación. Bueno, así termina esta maravillosa historia.

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