"La envidia de Serpiente", por Avril de los Santos
Un día como todos Serpiente se encontraba como de costumbre mordiendo las pantorrillas de alguien, cuando escuchó algunos gritos provenientes de donde se encontraba su dueño así que, después de terminar con lo que estaba haciendo, caminó con paso despreocupado en la dirección de los gritos para ver qué pasaba. Cuando llegó, se acomodó al lado de su hermano Canelo.
- ¿Ahora qué pasa? – le preguntó a Canelo irritado.
- Le está gritando al pibe ese porque no le dice nada de Vanka otra vez – dijo Canelo, algo preocupado por el tono de voz de su dueño.
- ¡Otra vez! ¡Yo no te puedo creer! ¿Qué tiene el niño tonto que no tengamos nosotros? – dijo enojado.
Ya era la tercera vez en la semana que discutía con alguien por no saber nada sobre Vanka. Desde que los padres de Vanka murieron y lo llevaron con ese zapatero ya no le prestaba la misma atención que antes a sus perros. A Canelo no le enojaba ya que sabía que su dueño estaba preocupado por su nieto, pero a Serpiente le enfurecía que la atención de su dueño ya no fuera toda suya.
- Ya sabés que está preocupado por Vanka y no lo llames así – dijo Canelo.
- Es lo que es, un niño tonto, que me delata con el amo cada vez que hago algo. ¡Por fin se había ido y ahora quiere traerlo de vuelta! ¡Debes estar bromeando!
- ¡Ay, deja de quejarte y ven a ayudarme! – gritó Canelo cansado.
Serpiente dio vuelta los ojos molesto y acompañó a Canelo hasta donde se encontraba su dueño.
- Soy su abuelo, tengo todo el derecho de, al menos, saber cómo se encuentra – dijo su dueño Constantino Makarich enfadado.
- ¿Y cuál es tu brillante plan? – dijo Serpiente a Canelo.
- Es simple, solo hay que distraerlo hasta que se olvide de Vanka – dijo Canelo.
- Por si no te has dado cuenta es lo que he estado intentando hacer hace semanas – dijo Serpiente.
- Pero que yo sepa, no lo has logrado, así que hay que seguir intentándolo, empezando por hacer que deje de gritarle al muchacho – respondió Canelo.
- Fácil – dijo Serpiente con arrogancia.
En ese mismo momento Serpiente pateó a un gato que había pasado y éste pensó que había sido Canelo, entonces lo arañó cerca del ojo y el perro pegó un grito de dolor que llamó la atención de todos los presentes, incluyendo a su dueño.
-Canelo. – gritó su dueño, acercándose mientras él se revolcaba en el suelo.
-¡Me mató! ¡Me mató! – gritaba Canelo.
- Qué dramático – dijo Serpiente lamiendo una de sus patas y restándole importancia.
- Esto es lo que pasa por dejarte tanto tiempo con Serpiente, se te pegan sus malos hábitos – dijo Constantino mientras lo cargaba para llevarlo a la casa.
- ¡Yo! Yo no fui. – gritaba Canelo, pero obviamente solo Serpiente le entendía.
- Sabes, me está empezando a gustar tu plan – dijo Serpiente contento.
Un par de días después (miércoles temprano por la mañana) llegaría el cartero con cartas y el periódico del día. Serpiente se encontraba escondido entre unos arbustos en la entrada de la casa, cuando vio al cartero acercarse a la puerta en puntillas de pie con una expresión asustadiza en su rostro. En el momento que sus dos pies pasaron al arbusto donde se encontraba Serpiente, este salió disparado directo a sus pantorrillas; en cuanto el cartero lo escuchó se dio vuelta y su expresión cambió a una mueca de terror al ver el perro que todos los miércoles sin falta hacía de su trabajo una tortura. Cuando Serpiente terminó, el cartero estaba en el piso con todos los periódicos y cartas tiradas a su alrededor. En ese momento vio una carta en especial que llamó su atención, una carta que tenía el nombre de Vanka en el exterior. Rápidamente la agarró con su boca y salió corriendo en busca de Canelo dejando al cartero medio desmayado en el piso.
Y así se la pasó toda la semana, destruyendo cartas, intentando distraer a su dueño y mordiendo las pantorrillas de las personas. El miércoles siguiente llegó volando para Serpiente.
- Ya no puedo más, ni quiero seguir así. – dijo exhausto Serpiente.
- ¿Pasó una semana y ya te rindes? – dijo Canelo sentándose a su lado. Estaban en el comedor acompañando a su dueño que estaba desayunando.
- ¡Una semana! ¡Tan rápido pasó! – dijo Serpiente echándose en el piso y cerrando los ojos.
-Es que te estás esforzando demasiado en que se olvide de Vanka, aunque debo admitir que creo que ha funcionado, tan solo míralo, ¿cuándo fue la última vez que lo viste así de feliz? - dijo Canelo y Serpiente de inmediato miró en dirección a su dueño que estaba en la mesa desayunando unos huevos con jamón y queso y charlando con el personal.
- Claro que ha funcionado, porque lo hice yo, vos no hiciste casi nada! - dijo Serpiente con arrogancia mientras se paraba y dirigía hacia su dueño. Este último lo miró y le dió un poco de jamón, para después acariciarlo en la cabeza. Serpiente volvió con Canelo con una sonrisa llena de felicidad, que asustaría a cualquiera por sus afilados dientes.
- Tal vez me arrepienta después, pero debo admitir que hiciste un gran trabajo. - dijo Canelo.
- Claro que sí, como todo lo que hago. Tal vez no se olvide de Vanka con facilidad, pero eso es solo cuestión de tiempo y ya está volviendo a prestarme mi merecida atención así que, ¿a quién le importa ese niño tonto? -dijo y se volvió a recostar.
- ¡Ja! Quién diría que aún después de unos meses sin toda la atención dirigida a ti, tu ego seguiría intacto? – dijo Canelo en tono burla.
- Ay ya cállate y déjame dormir mi siesta matutina. - dijo Serpiente.
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