"La Serpiente que dejó atrás sus colmillos", por Francisco Giribón
El perro mejor conocido como Serpiente, era un perro que vivía en una aldea, en la casa de un señor de sesenta y cinco años de edad llamado Constantino Makarich, quien siempre se preocupaba por él y por Canelo, quien era su otro perro y mejor amigo de Serpiente.
Serpiente era bastante travieso, siempre encontraba la forma de molestar a las personas debido a que le parecía divertido. Él robaba comida, asustaba a sus gallinas y mordía a las personas de vez en cuando, aunque en bastantes ocasiones se llevaba de regalo una buena patada. Debido a lo que hacía, todas las personas pensaban que Serpiente siempre escondía malas intenciones e incluso en ocasiones creían que, si el perro Serpiente aparecía, significaba que “era un mal presagio”.
Una tarde, mientras estaba en la aldea, Serpiente iba al gallinero para asustar a las gallinas, cuando escuchó a alguien quejándose y decidió ir a investigar. Cuando llegó a la fuente de los quejidos, logró ver como dos chicos de unos catorce años molestaban a un pequeño chico de apenas diez años de edad. En ese momento, Serpiente pensó en toda la gente que había molestado, y al ver esa situación, se vio reflejado en los dos muchachos que molestaban al niño. Él no podía permitir esto, así que saltó enfrente del niño y empezó a ladrar y a morder a los grandes hasta que los hizo correr. El niño le agradeció y fue a su casa, al igual que Serpiente. Al llegar a casa, Serpiente se sentó y empezó a reflexionar sobre lo que había pasado.
- ¿Por qué lo ayude? –se preguntó Serpiente. El perro se hizo esa misma pregunta por horas, hasta que por fin vio que todo la que estaba haciendo estaba mal, así que decidió redimirse.
-Eso es, voy a volverme un buen perro para que las personas puedan perdonarme -se dijo.
-Ya era hora- dijo una voz que provenía desde atrás. Serpiente miró hacia allí rápidamente, y se alegró, debido a que quien estaba detrás de él escuchando todo, era su mejor amigo Canelo. Los dos perros se sentaron y se pusieron a charlar:
- Amigo mío, me puedes dar un consejo para redimirme -dijo Serpiente.
-Mmm, no sé amigo, no tengo idea de lo que podrías hacer para empezar a caerle bien a los demás -respondió Canelo.
-Dale Canelo, saca esa mente brillante que tienes -insistió Serpiente.
-Lo tengo: ¿y si ayudas a la gente?- sugirió Canelo.
- ¿Cómo? -preguntó Serpiente.
-Dándoles lo que les quitaste y ayudándolos a hacer las cosas -respondió Canelo.
-Tienes razón, muchas gracias amigo - agradeció Serpiente.
-Un placer ayudarte -dijo Canelo mientras se acostaba en la alfombra.
A partir de la mañana del día siguiente, el perro Serpiente trató de ayudar a las personas. La primera persona a la que el perro decidió ayudar era a un viejo conocido llamado Antón Chejov, quien era un escritor que tenía problemas para escribir su historia. Al momento que lo fue a ayudar, una gallina se salió de control y empezó a hacer un desastre. Serpiente empezó a perseguirla, hasta que la gallina chocó contra la casa de Antón. Serpiente la logró agarrar. Las personas temían que Serpiente se la comiera, pero al final, el perro dejó a la gallina sana y salva en el gallinero. Todos quedaron impresionados con lo que había pasado, y Chejov, quien había visto todo, se llenó de inspiración y decidió escribir un cuento llamado “La Serpiente que dejó atrás sus colmillos”.
Luego de eso, Serpiente siguió ayudando a las personas, dándoles lo que necesitaban y ayudándolos, hasta que, después de meses de esfuerzo, por fin las personas lograron perdonarlo. Pero aún había una persona a la que debía ayudar: Constantino Makarich. El dueño de Serpiente y Canelo, a pesar de ser muy sociable se sentía solo en su casa, además, faltaban solo seis horas para Navidad, y Serpiente quería que su propio dueño esté solo ese día. En ese momento Serpiente recordó que el abuelo tenía un nieto llamado Vanka, que estaba en una aldea en Moscú. Así que Serpiente decidió ir en tren a la aldea para buscar al chico, y de esta forma Constantino vuelva a ser feliz. Serpiente le pidió a Canelo que vigilara al abuelo mientras él no estaba, y de manera muy amigable Canelo aceptó. Serpiente pensó que sería buena idea tomar un poco de plata de su dueño, ya que seguramente Vanka iba a necesitarla, así que esperó a que Constantino se durmiera, para después, tomar un poco de dinero de su bolsillo. Luego de eso, silenciosamente abrió y cerró la puerta y salió corriendo camino a la estación de trenes Una vez en la estación y llegado el tren, Serpiente se escabulló para entrar. Cuando estuvo dentro, decidió dormir debido a que el viaje era de casi seis horas desde la aldea hasta Moscú. Mientras dormía, soñaba que estaban todos juntos en la casa de Constantino, comiendo y riendo como si no hubiese un mañana. Al llegar a la estación, Serpiente bajo rápidamente del tren, y corrió con todas sus fuerzas hasta llegar al pueblo, pensando en lo feliz que estaría su dueño al ver que no pasaría la Navidad solo. Serpiente buscó a Vanka por todas partes desesperadamente, hasta que milagrosamente, lo vio entregando una carta a un cartero, entonces Serpiente le ladró para que lo viera.
-Reconozco esos ladridos -dijo el chico. Vanka se volteó y se puso muy feliz al ver a Serpiente parado frente a él.
-¿Serpiente, qué haces aquí? -preguntó Vanka-. ¡Has venido a sacarme de este lugar! ¡Muchas gracias! -dijo Vanka con entusiasmo.
Vanka fue rápidamente a la casa del zapatero, agarró unas botas y los dos fueron en dirección a la estación para comprar un boleto de tren. Cuando al fin llegó el tren, Serpiente y Vanka se subieron y marcharon rumbo a la aldea donde vivía Constantino. Al llegar a la casa, el abuelo explotó de alegría al ver a Vanka, lo abrazó y le pidió a su nieto que le contara cómo fue que logró llegar a salvo a su casa. Luego de haber escuchado a Vanka, Constantino le agradeció a Serpiente por darle ese hermoso regalo de Navidad. Un rato más tarde, estando todos juntos en casa, comieron y se rieron como si no hubiese un mañana, tal como Serpiente lo había soñado.
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