"Otra vez en casa", por Kiara Marachlián
Constantino Makarich, era un viejito de sesenta y cinco años, sólo, quien había estado pensando demasiado las cosas por mucho tiempo. Él era abuelo, pero no estaba con su nieto Vanka. Él había sido enviado a Moscú a vivir en una zapatería para aprender el oficio ya hacía tres meses, pero había pasado más de ese tiempo desde que Constantino lo abrazó por última vez, él no lo veía hacía casi un año.
Antes de ir a lo del zapatero, Vanka vivía en otra casa, en otro lugar separado de su abuelo. Se le habían muerto los padres y su abuelo era muy viejo para tomar la responsabilidad de criar a un niño. Entonces Vanka fue enviado a un orfanato, en el que se quedó por un largo tiempo pero cuando habían pasado ya seis meses y nadie lo había adoptado, lo asignaron a una casa de trabajo en la que podía ser de ayuda. Desde que lo mandaron al orfanato, Constantino no sabía nada de su nieto, ni dónde estaba, cómo se sentía, o qué le estaba pasando. Él no tenía forma de contactarlo, solo sabía que estaba en alguna parte de la gran Moscú.
Un tiempo después de que Constantino y Vanka se separaron, no dejaba de preocuparse, él no sabía si ese niño estaba feliz, o triste, si sufría, o disfrutaba de la vida que tenía, no sabía casi nada de él, pero intentaba imaginarse lo mejor, aunque no estar seguro, no le daba tranquilidad. Constantino Makarich, aparte de ser un abuelo muy viejito, también trabajaba para los señores Chivarev. En el día, dormía en la cocina y en la noche se paseaba por la finca y se aseguraba de que los ladrones pensaran que estaba despierto, servía de guardia. Pero él no estaba completamente solo ahí, lo acompañaban dos perros, uno llamado Serpiente y otro Canelo; el primero era largo de cuerpo, muy astuto y siempre con malas intenciones, le gustaba mirar a la gente con ojos acariciadores para después acercarse con suavidad y morderlos en las pantorrillas. Constantino también tenía una vieja amiga en la casa, se llamaba Olga Ignatievna, ella quería mucho a Vanka pero desde que se fue, algo en su interior cambió. Olga y Constantino casi no se veían, y ella estaba triste y aburrida todo el tiempo, porque era Vanka el que la ayudaba y hacía todo más divertido; ella siempre lo quiso como un hijo pero cuando Constantino dejó que se lo llevaran, Olga pareció enojarse con él, y era de entenderse, él también se arrepintió mucho de dejarlo ir, nunca se lo perdonaría.
Mientras los meses pasaban, Constantino no dejaba de pensar en él. Se le cruzó por la mente escribirle una carta pidiéndole perdón pero él sabía que no iba a funcionar y que era inútil ya que no tenía idea de a dónde mandar la carta. También había pensado en ir a buscarlo pero no tenía la plata suficiente para hacer un viaje a Moscú, tampoco sabía hacia dónde dirigirse, y se dio por vencido. No importaba lo que hiciera, nunca se podía sacar de la cabeza la idea de que Vanka lo necesitaba, y meses después, tomó una decisión impulsiva…Decidió ir a buscarlo, no importara lo que pase. Le pidió ayuda a Olga, a pesar de que no estaban en los mejores términos. Ella aceptó con una condición: no se iban a dar por vencidos hasta encontrar a Vanka, ya que lo extrañaba demasiado.
Buscaron zapaterías en los diarios y fueron ahorrando durante unos siete meses para ir a Moscú. Al no encontrar nada acerca de Vanka, sus esperanzas iban desapareciendo, pero de repente, Olga estaba leyendo el diario mientras limpiaba el piso de la cocina en una mañana nublada y lluviosa y no podía creer lo que acababa de ver.
- ¡Ahhhhhh, Constantino!- gritó muy emocionada y feliz.
Él se despertó de un susto y gritó:
- ¡Ahhhhh, ¿qué pasa?!
- ¡Encontré algo!
- ¿Mi peluca?
- Noo, algo acerca de Vanka: hay una zapatería en Moscú que está buscando niños para trabajar. Es nuestra única oportunidad, ya tenemos la plata para que uno de nosotros vaya y lo traiga de vuelta, debes ir tú.
Unos días después, Constantino preparó un bolso con lo que podría necesitar, tomó la plata, el diario y comenzó su camino hacia Moscú. Olga lo iba a cubrir mientras él no estaba e iba a cuidar a Canelo y Serpiente, que no era tarea fácil; ya que él no tenía permitido huir de los señores Chivarev, se fue a escondidas, nadie se podía enterar.
En su camino a buscar a Vanka se perdió, era su primera vez en Moscú, todo era muy grande, él estaba acostumbrado a su pequeña aldea, no a lo que se encontró al llegar. Constantino le preguntó a algunas personas que estaban caminando por la calle, pero ninguna quería acercarse a él ya que parecía de clase muy baja, hasta que le preguntó a una señorita con un hermoso y muy delicado vestido, él pensó que lo iba a ignorar como todo el resto pero no, al contrario, fue de mucha ayuda.
- Disculpe señorita, ¿sabe por dónde queda esta zapatería? –preguntó Constantino, señalando el diario que tenía en la mano.
- Sí, por supuesto es una muy buena zapatería, está ubicada en el centro de la ciudad, pero está muy lejos de aquí como para ir caminando, ¿por qué quieres recorrer tal camino? –preguntó la señorita.
- Es que estoy buscando a mi nieto, no lo veo hace mucho tiempo y tengo la esperanza de que lo podré encontrar allí.
- ¿De dónde eres?- preguntó interesada.
- Soy de una pequeña aldea, muy lejana, en las afueras de Moscú. –respondió.
- ¡¿Y recorriste todo el camino hasta aquí?!- dijo sorprendida.
- Sí, tuve que, no puedo vivir sin saber dónde está y cómo se encuentra, solo necesito eso.
La señorita dijo en voz baja “Pobre señor”. Lo pensó un poco y dijo:
- ¿Quiere que lo lleve?
- No, no, no quiero ser una molestia.
- No es ninguna molestia, de todas formas yo me dirijo en esa dirección, te puedo dejar ahí de camino, y también puedes hacerme compañía.
- ¿Segura?
- Sí claro, es lo menos que puedo hacer. El auto estará aquí en unos minutos. - respondió feliz de ayudar. - Me llamo Serena, ¿y tú?
- Mi nombre es Constantino - respondió alegre.
Momentos después, llegó el auto y comenzaron el camino. Mientras, Constantino le explicaba cómo y por qué se encontraba en esa situación de venir desde tan lejos. Al llegar, Constantino se bajó del vehículo.
- ¡Muchísimas gracias, no sabe lo que significa para mí! –gritó entusiasmado.
- Por nada, ¡suerte con su nieto! –respondió Serena.
Cuando Constantino entró a la zapatería se encontró con Alojín, el dueño.
- Buenas tardes, una pregunta, ¿hay un niño llamado Vanka trabajando aquí? – preguntó esperanzado.
- ¿Por qué pregunta? –respondió Alojín
- Porque es mi nieto, solo quiero verlo, y hablar con él, pero…¿Hay alguien con ese nombre aquí? –insistió.
- Sí, lo hay.
- ¿Puedo verlo? Por favor, solo le pido unos minutos.
- Bueno, pero solo veinte minutos, nada más.
- De acuerdo, muchas gracias señor.
- Está en el fondo.
Constantino atravesó un largo y angosto pasillo hasta que llegó al fondo y lo vio.
- ¡Vanka! ¡Qué alegría me da verte!- gritó entusiasmado y corrió a darle un gran abrazo.
- ¡Abuelo!- Vanka estaba tan feliz, que gritó y le saltó encima.- Viniste por mí, yo sabía que me vendrías a buscar.
- ¿Cómo has estado? ¿Te alimentan bien? ¿Estas feliz? Cuéntamelo todo, necesito saber.
- No he estado muy bien, después de que mis padres murieron me mandaron a un orfanato en el que estuve por seis meses, y después me trajeron aquí. No tengo a nadie, estoy solo, los otros aprendices y los adultos, me pegan y me molestan. Estoy feliz de que viniste a sacarme de aquí, y llevarme de vuelta a lo de los señores Chivarev con Olga. A eso vienes, ¿no? Dime que sí, dime que sí, no puedo vivir más en este lugar, cada día es una tortura. –dijo llorando.
- Pobre Vanka, yo nunca quise que te pasara esto, que sufras esto. Pensé que al dejarte ir tendrías una mejor vida, con una familia que te pudiera cuidar. Por mucho que quiera, no puedo, vine para asegurarme de que estuvieras bien, pero no te puedo llevar de vuelta conmigo, no tengo edad para andar cuidando a un niño de nueve años, y tampoco puedo mantenerte.
- Eso no es problema, ya aprendí a cuidarme solo, además, Olga te puede ayudar, y también puedo trabajar para conseguir más dinero. Ahora sé arreglar zapatos, bueno… estoy aprendiendo, pero puedo hacer lo que se necesite, no me abandones otra vez, te lo ruego.-continuó llorando.
- Perdón, no puedo, los señores ni siquiera saben que me fui. Traerte conmigo es lo que más quiero hacer, pero como ya te dije, no puedo.
Constantino cada vez se sentía peor, no podía creer ni lo que él mismo decía. Al mismo tiempo que le decía a Vanka que no se lo podía llevar, pensaba en cómo ayudarlo para sacarlo de esa situación, hacer que una familia lo adopte o algo, pero eso iba a ser muy difícil, también consideró llevárselo sin que Alojín o ningún otro se entere, lo sacaría por atrás a escondidas y volverían a la aldea pero ese plan era una locura. Un rato después, Alojín los interrumpió y los separó, ya habían pasado los veinte minutos. El zapatero sacó a Constantino de la tienda y se marchó, pero antes de que eso pasara, le pudo decir una última cosa a Vanka; le dijo que lo espere, que iba a volver por él, que no importa lo que pase, no se iba a rendir y lo llevaría de vuelta a casa. Constantino se fue mientras Vanka lloraba y le gritó: “No llores, volveré…”.
Cuando llegó a casa de los señores, esperó hasta la madrugada para entrar, porque no quería que se dieran cuenta que no estaba. Olga lo esperaba sentada en la cocina. Al no ver a Vanka con él, explotó, estaba furiosa porque habían ahorrado por tanto tiempo para que pudiera traerlo de vuelta y no lo hizo, él le había prometido que lo haría, pero Constantino le explicó todo y que volvería por él, no importa lo que pase. También le contó que Vanka no estaba bien en la zapatería y los necesitaba, si lo iban a sacar, debía ser lo más pronto posible.
Ellos necesitaban ahorrar nuevamente para que una persona pueda ir hasta allá y que dos vuelvan. Esto les llevó tres meses, también hablaron con los señores y les suplicaron que Vanka pueda volver y les dijeron que podía trabajar, él sabía arreglar zapatos y también podía ayudar a Olga en cualquier cosa. Después de mucho insistir, los señores aceptaron. Luego del tercer mes, Constantino se dirigió otra vez hacia Moscú, esta vez no tendría la suerte de encontrarse con la señorita Serena, tomó su bolso, el dinero, algo de comida y también unas botas, ya que cuando vio a Vanka, notó que no tenía. Ya cerca de la zapatería, pensaba en cómo lo iba a sacar. Una vez allí, fue hasta el fondo, y preguntó en voz baja:
- ¿Vanka, estás ahí?
Cuando lo vio, le dio un abrazo y le dijo:
- Haz silencio, ponte estas botas y ven conmigo.
Vanka hizo lo que le dijo y lo siguió. Salieron corriendo por detrás, y cuando Alojín vio que no estaban y que se habían ido, los persiguió. Vanka estaba más feliz que nunca. Siguieron corriendo un rato más hasta que vieron que el zapatero ya no venía detrás de ellos. Continuaron su camino tranquilos y al llegar a casa de los señores, Olga fue corriendo a abrazar a Vanka, ella estaba muy alegre, y le dio una nuez dorada que había guardado de la navidad pasada, y Vanka le preguntó:
- ¿Cómo supiste?
- Pensé que querrías una, como todos los años en navidad. –respondió llorando de alegría.
Canelo estaba muy feliz de ver a Vanka, y Serpiente también aunque no lo demostraba. Vanka, Olga y Constantino, se abrazaron y prometieron nunca más separarse, pase lo que pase.
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