"Terapia en cartas", por Agustina Abelli
Hola soy yo, Constantino Makarich, muchos me conocen como el “Abuelo de Vanka”, ahora mismo estoy sentado en el viejo sillón de mi vieja y desgastada cabaña, en el bosque, tomándome un merecido descanso por el exhaustivo trabajo que hice al arreglar el baño. Pero en fin, estoy con mis dos perros llamados Canelo y Serpiente que están jugueteando entre ellos como hacen usualmente. Hacen demasiados desastres, y desafortunadamente tengo que llegar a usar la violencia para calmarlos; un día hasta llegué al punto de casi matar a Serpiente, el más travieso, pero ahora está mejor afortunadamente, no me hubiese quedado con la conciencia limpia si algo tan grave como la muerte le hubiese sucedido por mi culpa, estos dos perros son mi única compañía.
Hace unos minutos encontré los guantes que usaba mi nieto Vanka para ayudarme en la cabaña.
Debo admitir que lo extraño, era demasiado ruidoso pero al menos traía la alegría a esta vieja y malgastada cabaña, ahora solo hay silencio y tranquilidad. Ya sé, no suena nada divertido, pero ya me acostumbré y debo admitir que me conocí más a mí mismo con este tiempo a solas que tuve, también descubrí cosas que ni yo mismo sabía de mí, como que me encanta pescar en el lago que está en frente de mi cabaña, o que me encanta la ópera y me relaja, sobre todo cuando vienen mis ataques de furia como cuando casi mato a mi perro.
Me acuerdo de todo lo que me ayudaba en esta cabaña y en cómo se divertía con los perros, fue lindo verlo crecer hasta que se lo llevó un zapatero llamado Alojín ya que decían que mi cabaña no era apropiada para mantener a un niño y que tenía que reforzar la seguridad y como no escuché la sugerencia se lo llevaron a un zapatero con un mejor hogar. Pero ya puse más trancas y puse cortinas y espero que con esos pequeños detalles que arreglé dejen que se quede, y que no se olvide que saqué los clavos que sobresalían del piso de la cocina, ya que un día Vanka iba corriendo, se tropezó y se llevó desafortunadamente un buen tajo grande en la pera, cosa que supongo que hoy en día debe tener una buena cicatriz, bueno cuando se fue de mi hogar la tenía, espero que se le haya curado igualmente.
Duele mucho saber que no cuento con compañía de nadie en esta cabaña, pero sé que Vanka volverá, él me enviará una carta, van a ver, no escuché cosas muy lindas de ese zapatero, pero no creo que pueda ser tan horrible como me han dicho.
Vanka es un niño inteligente, se las va a ingeniar lo sé y prometo que si no vuelve en las próximas dos semanas yo mismo le enviaré una carta. Extraño a mi nieto y creo que como su única familia restante tengo el derecho de verlo y que él me vea a mí y nos tomemos momentos para platicar sobre todo lo que nos perdimos uno del otro. Pero por ahora, simplemente, si no llega disfrutaré de la tranquilidad y la paz; siempre me gustó la compañía al igual que la soledad, creo que es algo muy importante estar acompañado al igual que estar un rato con uno mismo a solas y reflexionar y aprender de uno mismo como yo bien hice, pero creo que ya me tomé mucho tiempo de soledad con mis perros, también creo que sería bueno que venga Vanka ya que no solo yo me siento muy solo sino que veo a Canelo y Serpiente un poco decaídos, no les haría nada mal un niño juguetón a su lado, como a mí un nieto con el que charlar y pasar el tiempo, pero reitero: todos sabemos que la soledad no es ser antisocial ni amargado, como me solían decir y van a ver que cuando Vanka vuelva vamos a recrear todas las actividades viejas y muchas más nuevas, como en los viejos tiempos.
¡Qué divertidos momentos junto a Vanka! Recuerdo cuando era chico y me decía que quería ser como yo, admito que eso me halagaba pero yo quería que no le pasase lo mismo que a mí de volverme como mi abuelo que él sí era demasiado amargado y gruñón, porque aunque intento no verme de esa manera a veces solamente sucede, pero intuyo que debe de ser solamente por mis problemas de ira, que por cierto los estoy controlando con un poco de ayuda y sé que poco a poco van a desaparecer. Es un proceso largo, lo sé, pero con paciencia se va dejando bien atrás y por suerte soy muy bueno en eso, pero en fin quiero que Vanka tenga su propia personalidad y que cuando sea grande sea el ejemplo para los que le rodeen, claro, no creo estar para ese entonces pero sea como sea Vanka, siempre estaré orgulloso de él porque él siempre hace lo correcto o al menos intenta hacerlo y es algo que admiro de él. Espero que en este tiempo en que nos distanciamos no haya cambiado esa cualidad tan admirable y enriquecedora de su parte pero sí espero que haya cambiado esa fea actitud de no lavarse las botas antes de entrar a la cabaña, no será la cabaña más segura pero cosa que odia Constantino Makarich es una cabaña sucia.
Bueno, simplemente quería decir esto y expresarlo ya que al no tener a nadie con quien hablarlo todos mis sentimientos y pensamientos que me atomizan los expreso a través de cartas u otro método que encuentre en el momento. Y como siempre, en todas mis cartas me gusta escribir tres sentimientos que me conmueven, en esta carta serían:
-Alivio – porque creo que es en la carta donde más me desahogué y pude decir todo lo que me atormentaba desde hace unas semanas o desde que Vanka se fue, más bien.
-Tristeza – Porque al decir todo lo que dije me di cuenta de todo lo que me perdí, cumpleaños, graduación, su libreta de conducir y más.
Y, por último:
-Confianza – Porque sé que cuando me sienta bien en traer a Vanka de vuelta no me lo van a impedir ya que mejoré mucho la cabaña y es mucho más segura y cuando vuelva de una vez por todas me contará si los chismes que han dicho de ese zapatero, de explotar a los niños con el trabajo son ciertos.
Y bueno, por aquí estaría finalizando la carta n°53 que hago para desahogarme, pero prometo que la próxima que haga va a ser dirigida a Vanka, a ver si vuelve.
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