"Vanka, el nuevo aprendiz", por Jerónimo Capote
Hace tres meses llegó a mi taller un niño llamado Vanka Chukov. Vino a aprender el oficio de zapatero. Tiene nueve años, es huérfano y antes vivía en una aldea cerca de Moscú con su abuelo que era guardia nocturno. Es un niño lento y se nota que no hizo nada en su vida. Se pasa el día llorando porque no tiene comida suficiente. ¡Por favor! ¡Encima que le doy de comer y tiene donde vivir! Se queja porque duerme en el portal. Cuando yo era chico me pegaban porque me comportaba igual que él y terminé aprendiendo. Ni siquiera sirve para cuidar bebés porque se queda dormido.
La semana pasada me llamó la maestra para contarme que le había robado pepinos. El día antes de Navidad, cuando venía de comprar cosas para el taller, vi al niño llevando unas botellas de vodka de la taberna para unos adolescentes. Lo llevé a un rincón de la oreja y le dije:
- ¡Hey! Oye ¿por qué le estabas dando vodka a esos adolescentes?
- Porque me dijeron que si no lo hacía, me iban a pegar -me contestó temblando de miedo.
- ¡Bueno, no me importa! Te vas en penitencia y de castigo mañana vas a arreglar cincuenta zapatos y sin descansar, y antes del anochecer los quiero todos prontos.
- Perdón, señor, no lo voy a hacer más.
Entonces lo llevé de los pelos hasta la casa. Estoy cansado de estos aprendices. Encima cuando llegué, mi hijo estaba llorando ya que se había peleado con unos niños en la calle porque le habían robado la comida. ¡No se puede más! No entiendo por qué me pasan a mí estas cosas. Al final le pegué también para que aprendiera a defenderse de los demás. Le rezo a Dios para que mis aprendices trabajen mejor así puedo vender y ganar más y que mi hijo sea fuerte como yo cuando sea grande.
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